Juego de niños
Mario Alberto Gámez
“En mi casa he reunido juguetes pequeños y
grandes, sin los cuales no podría vivir.
El niño que no juega no es niño,
pero el hombre que no juega
perdió para siempre al niño que vivía en él
y que le hará mucha falta”
Pablo Neruda, poeta chileno
Prácticamente no hay juguete que se compre por estos días con tanto interés, como el que se anuncia en la tele; ese que está de moda, el que los niños tanto desean y los padres apartan con tiempo o se condenan a no encontrarlo en las “compras de pánico” de los días previos a la nochebuena.
Una cosa puede apostar: es importado. Ya los juguetes tradicionales mexicanos han perdido vigencia y cada vez se venden menos, cada vez es más difícil encontrarlos en algún mercado o tienda de artesanías. Los baleros, los trompos, las canicas, los yo-yo, las serpientes y escaleras, la lotería, la muñeca de trapo y otras ancestrales tradiciones se desvanecen ante la mercadotecnia de la industria globalizada de un juguete cada vez más moderno, cada vez más tecnológico.
Es aquí en donde los padres de familia somos quienes debemos tomar conciencia de lo que se va a regalar a los hijos; por ejemplo abundan los juguetes violentos como pistolas, ametralladoras, soldados, aviones de guerra, tanques de combate, videojuegos en donde el común denominador es matar a sangre fría, etcétera. Son juegos que en el entorno violento en el que nos encontramos resulta de lo más dañino para la mente de los pequeños.
Claro que las opciones de consolas de juegos o juegos para computadora también contribuyen al sedentarismo, a que los más jóvenes de casa se la pasen de la televisión a la computadora y de ahí al video juego, sin actividad física, lo que fomenta las estadísticas que ya ubican a Tamaulipas como el estado que tiene más niños con sobrepeso en el país, a un paso de la diabetes infantil.
También hay los juegos didácticos, pero si no los saben inculcar los padres y explicárselos, fomentando interés en el conocimiento, a los pequeños les parecen aburridos, lo que necesariamente implica un compromiso también de los padres para invertir tiempo de calidad en sus hijos.
Ya no se regalan por ejemplo libros de cuentos infantiles o de los clásicos de la literatura universal que fomenten la imaginación, o juegos educativos, armables o desmontables, con lo que se avive a la creatividad y se de pauta a mejores mentes, más sanas y con mayor expectativa de vida…¡imagínese!
0 comentarios