Represión
“El exceso es el veneno de la razón”
Francisco de Quevedo y Villegas,
escritor español
Trescientos granaderos mandó traer el presidente de la junta de coordinación del Congreso del Estado al palacio legislativo, ante la posibilidad de verse invadidos por una turba de panistas que presuntamente habría enviado el alcalde de Reynosa, Francisco Javier García Cabeza de Vaca, para protestar por la aprobación del Consejo Estatal Electoral.
A lo mucho un centenar de personas mantuvieron el viernes una manifestación afuera del Congreso; aunque la mayoría de esta “turba” eran personas de la tercera edad, mujeres y niños que veían cómo la fuerza pública simplemente les impidió el paso.
El priista Ramón Garza Barios, como titular del poder legislativo estatal, fue el encargado de solicitar a la secretaría de seguridad del estado tal operativo de fuerza pública para “resguardar” la institución.
Los manifestantes llevaban cartulinas en las que acusaban al gobierno de entrometerse en la designación del “árbitro” de la próxima contienda electoral, llegaron en camiones y fueron previstos de alimentos, en otras palabras llegaron acarreados.En el interior del recinto la acalorada disputa estaba entre diputados panistas y priistas, unos aprobando y otros desaprobando prácticamente los mismos consejeros que rechazó el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación.
Sin menospreciar, habría que decir que las muy humildes personas que protestaban, no entendían ni jota de lo que estaban haciendo ahí, pero las protestas a coro las tenían bien ensayadas y las cartulinas de colores, todas escritas con la misma letra, iban en el mismo sentido.
Pero no hubo protesta que valiera, ni la del centenar de manifestantes retenidos afuera por una valla policíaca, ni el puñado que sí se alcanzó a colar al interior del edificio, ni la de los propios diputados panistas que se vieron, una vez más, superados por la burla del mayoriteo priista, junto algunos cómplices de otros partidos que resultan “muy cooperativos” con el partido oficial. Muchos ahí se preguntaban si los policías entrarían al recinto para separar a los diputados que (esos sí) se trenzan a golpes por obtener la tribuna, imitando a sus contrapartes federales; incluso hasta se denunció a un agente ministerial encubierto en el interior del recinto con pistola a la cintura. Finalmente nada grave pasó; los manifestantes se replegaron y la policía se quedó hasta que terminó la sesión del Congreso.
Imagínese a tres centenares de policías impidiendo el paso a un puñado de personas que simplemente querían expresar su opinión. Imagínese a cientos de personas manipuladas por un alcalde y su interés de criticar a sus adversarios políticos. Imagínese que la paradoja del caso es que un priista llamara a la policía, para reprimir una manifestación panista...estilo priista. ¡Imagínese!
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