La campaña sin debate

Mario Alberto Gámez

“Es mejor debatir una cuestión sin resolverla,

que resolver una cuestión sin debatirla”

Joseph Joubert, escritor francés

En una campaña tan efímera como la que estamos viviendo, es casi imposible que los electores que vamos a ir a las urnas el próximo 11 de noviembre, conozcamos a fondo las propuestas que están haciendo los candidatos a las presidencias municipales y diputaciones locales, por lo menos de la ciudad y distrito que nos corresponde.

Es por ello que simplemente no tiene sentido que haya candidatos y hasta partidos que rehuyan el debate cara a cara de propuestas, de ideas, de proyectos de políticas públicas de frente a la sociedad.

MILENIO Diario de Tampico fue el primero en poner un espacio para la confrontación de ideas en el ámbito cultural, invitando para ello a expertos en la materia para que cuestionaran a Oscar Pérez Inguanzo, Jesús Nader Nasrallah y Bernardino Menabrito Villarreal, del PRI, PAN y PRD respectivamente, para conocer sus planes al respecto; pero no asistió el abanderado priista.

 

Después fueron las cámaras empresariales quienes no pudieron poner de acuerdo a los candidatos para que expusieran al mismo tiempo sus ideas y terminaron entrevistándolos uno por uno y algunos incluso sin la presencia de los medios de comunicación.

Tampoco las universidades como el IEST y el Tecnológico de Monterrey lograron ofrecer a su alumnado un panel completo de candidatos (ni siquiera de sus propios partidos), por la misma apatía de los postulantes.

A iniciativa de los directivos de los medios de comunicación, se ofrecieron tres fechas para la realización de debates serios con la presencia de todos los candidatos de cada municipio a las alcaldías; pero ante la nula respuesta de los candidatos (a decir de Víctor Flores representando a los medios) tuvieron que cancelarse.

Más allá de la polémica, el debate permite la exposición de las ideas, la defensa de las opiniones y principalmente dar sustento a los proyectos de cada participante, pero también mide la capacidad de escuchar de cada uno de ellos y por ende la tolerancia que serán capaces de tener (o de carecer) una vez que asuman el poder. Esta libre exposición de ideas, criterios y planes no la veremos con nuestros candidatos, no lo veremos en nuestra zona, obligándonos a ir a las urnas casi a ciegas a sufragar...¡imagínese!   

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