El costo de la cuesta
Mario Alberto Gámez
“La abundancia de las cosas, aunque no sean buenas,
hacen que no se estimen, y la carestía,
aun de las malas, se estima en algo”
Miguel de Cervantes Saavedra, Escritor Español
Tema del momento los altísimos precios de los más básicos productos obligan a la reflexión de si nuestros gobiernos y nosotros mismos estamos haciendo bien la tarea.Víctimas del “área geográfica B”, los trabajadores del sur de Tamaulipas perciben un salario mínimo (¿minisalario?) de 49 pesos diarios.
A esto hay que soportar un precio tope del kilogramo de tortillas de maíz de diez pesos, un precio promedio de la carne en 70 pesos, aumentos en cascada del huevo, las frutas y verduras, amén de una espiral inflacionaria en donde van prácticamente todos los bienes y servicios que consumimos cotidianamente.
Combustibles (gas, gasolina, diesel, etc.) y ya no se diga las injustas tarifas de energía eléctrica que por capricho de la Comisión Nacional del Agua (¿?) las pagamos elevadísimas en Tamaulipas; ya de por sí resulta insostenible pagar luz, agua, teléfono, escuelas, pasajes de transporte público, deudas, etc.
Mientras Felipe Calderón ve con tristeza como se desmoronan sus esperanzas de cumplir con su promesa de campaña de ser el “presidente del empleo”, lanza sin éxito un “pacto tornillero” que sólo involucra al diez por ciento de los industriales del maíz en la república. Más de 75 mil empresarios de la tortilla en México desconocieron el acuerdo para estabilizar (por lo menos) el precio del alimento; entre ellos por supuesto, los de esta zona que ya amagan con vender en 12 pesos el kilogramo, con todo y que los cachan robando a sus clientes al vender kilos de 800 gramos y que en los hechos, llegan hasta los 15 pesos el kilo.
El gobierno federal le apuesta a que el consumidor tenga opciones diversas de encontrar el mismo kilogramo de tortillas en distinto precio.
Lo lamentable del caso es el dispendio que aún se hace de los alimentos en casa. No tenemos una cultura de comer lo suficiente y guardar para después, lo que nos puede llevar, junto con nuestro gobierno a comer moros con cristianos...y sin tortillas. ¡Imagínese!
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